Un trabajador, vestido con el tradicional mono azul y con grandes goterones de sudor, se presentó en un juicio para prestar declaración en relación con los continuos problemas que estaba dando un ascensor de vehículos de una comunidad de propietarios. El juez se disponía a hacerle al testigo, que ya de por sí estaba bastante nervioso, las tradicionales preguntas generales que establece la ley.
--¿Jura o promete decir la verdad a todo lo que se le pregunte? --cuestiona el juez sin mirar siquiera al testigo, más ocupado en sus papeles.
--Sí --responde el testigo con una vocecilla tenue que demostraba que estaba bastante asustado ante la situación en la que se encontraba.
--¿Jura o promete? --vuelve a preguntar el magistrado.
--Sí --responde de nuevo el testigo.
--Oíga le estoy haciendo una pregunta muy sencilla: ¿Si jura o promete?
--Sí --responde nuevamente el testigo.
El magistrado, que ya no podía aguantar más, levantó la mirada, se quitó las gafas para mirar al testigo y le dijo:
--¿Sí qué?
En ese momento, el testigo adopta una posición de firme, hace chocar sus dos zapatos con vehemencia, como si todavía estuviera en la mili, mientras se coloca su mano derecha en posición de saludo castrense y le responde al juez: ¡Sí, señor!.
Cuentan los que estuvieron presentes que la carcajada entre los abogados y el resto de personas que se hallaban en la sala fue tremenda, salvo el magistrado, que permaneció impasible ante lo que había presenciado... Un poco de humor nunca viene mal.
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