Hasta Justicia sevillana han llegado dos casos por los que se han celebrado recientemente juicios rápidos y que vienen a demostrar para qué han quedado esta clase de procedimientos.
Dos hombres están en la barra de un bar de la ciudad. Uno se acerca al otro y coge un euro del suelo. En ese momento, el otro individuo le dice que la moneda es suya y comienza una discusión entre ambos, en la que se producen cruces de insultos (el más leve ratero) y amagos de acabar el asunto a manos. El juicio tuvo que suspender porque uno de los adversarios no se presentó a la vista oral, por lo que deberá repetirse. Dicen que el fiscal estaba esperando a tener a los dos hombre cara a cara para, con un euro en la mano, dárselo al que no lo recibió y poner punto y final al juicio, con lo que se evitaría la acumulación de papel en el juzgado.
El segundo caso. Un joven lleva a su padre a juicio porque en una de sus salidas de marcha regresó a las dos de la mañana y no pudo entrar en la vivienda porque se había olvidado las llaves de casa. El joven alegaba que estuvo telefoneando a sus padres, pero que éstos habían apagado el teléfono móvil. Resultado: Que el joven tuvo que dormir a la intemperie. El colmo: la denuncia que presentó contra sus padres.
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